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Wednesday, 29 June 2016

Lo bueno: La jefa escocesa se reunirá con el jefe europeo. Lo malo: el racismo se levanta..

Escocia no duerme desde el resultado británico de un 52% a favor del Brexit, que desde Escocia recibe un 68% en contra. Ayer, representado al Partido Nacional de Escocia (SNP), el electo Miembro del Parlamento Europeo (MEP), Alyn Smith, nos regala un discurso político emocional como pocos cuando dice lo siguiente en el Parlamento Europeo:  "Vamos a necesitar cabezas frías y corazones calientes, pero por favor recuerden esto: Escocia no les falló" (BBC).  Termina su discurso con las fuertes ovaciónes del público.
Hoy se confirma lo tan esperado: Nicolas Sturgeon, la ministra escocesa pisa firme en Bruselas (BBC). Al principio el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Clause Junker, no consideraba prudente hablar con Sturgeon porque la diplomacia implica que los debates estatales dentro de la CE, se discuten solamente entre jefes de estado. La soberanía británica reconoce el país escoces, pero Escocia no tiene una independencia soberana. Sin embargo, Junker ajusta su agenda para hablar con Nicolas este miércoles. De esta manera es claro que Junker no considera a Cameron como la persona indicada cuando de Escocia se trata.  Es como escupirle la cara a lo que más cuida el Reino (des) Unido, su “diplomacia”. Indudablemente, es lo mejor que ha pasado con Escocia en toda su historia. Atrás han quedado los siglos de impotencia, de sumisión.

El invento casi mágico de la Unión Europea tan criticada ayer por Farage y su soberbia cuando dijo: “Ustedes se reían cuando hace 17 años dije que el Reino Unido tendría que hacer un referéndum (Brexit). Bueno, no se ríen ahora”(BBC). Lo cierto es que no hay hechos históricos de un país que renunciara antes a la CE. Me acuerdo cuando fui de visita a la CE en el 2013, el discurso era constante en la directiva de comunicaciones: La CE es lo mejor que hay, democráticamente y económicamente, en el mundo. Hacer referencia directa de modelos globales que crecieron hasta ser dominantes como China como una alternativa tal vez major que el Eurozone no produjo una buena buena recepción durante mi visita en el 2013 a la CE. En fin, con la típica posture del UKIP y su “complejo de superioridad”, Farage dijo claro y sin miedo ayer: “Sé que Uds. nunca en su vida han tenido un trabajo de verdad … ni tampoco han producido puestos de trabajo…miren el desastre que han hecho en Grecia con las políticas de austeridad”. Farage ha generado asco más debate en la CE. Los miembros (elites) de la CE le dijeron que era un mentiroso. Lo acusan de “fabricar” una falsa imagen de la UE, y que su propaganda durante el Brexit usando fotos de inmigrantes para convencer a la gente que “hay que salir de la CE y ganar control de nuestras fronteras (borders) fue la misma que usaban los Nazi (BBC).

Aparte de Farage, en general los conservadores han usado en los últimos años el discurso “del inmigrante” para armar la oveja de expiación que explique (i) lógicamente “todos nuestros problemas”. Esa “demonización” del otro se ve reflejada claramente en el brote de racismo que crece. La democracia británica y su “tolerancia” que era en su tiempo un ejemplo mundial, ha retrocedido, se ha degradado, se devalúa más rápido que su moneda. Retrocedió mucho más atrás que los 70 desde el resultado del Brexit (a los 40 o antes). En estos casos, imágenes realmente valen más que mil palabras.
Hoy se publica un vídeo grabado por un pasajero de tranvía en Manchester. Muestra la agresión a una persona de color, con acento inglés (canadiense o de EEUU) insultado por adolescentes. Le gritaban: “bájate … inmigrante de mierda…” y muchos otros insultos más. Le tiran cerveza y la cerveza va también indirectamente a una beba con su madre. La reacción comunal en contra de los agresores no fue inmediata ya que sorprende a los pasajeros, pero si fue de asco y los que se bajan al final son los menores. Aunque la víctima no parece sentirse bajo peligro ya que aparentemente tenía entrenamiento militar (7 años) (click para click para ver vídeo)
En Glasgow (Escocia) aparecen carteles Nazis desde el Brexit, algo que preocupa porque el problema hasta hace unos días era en el sur británico (Inglaterra):

“Zona de blancos”


Fuente: GlasgowLive

En la década del 40 era normal que propietarios británicos pusieran en las ventanas junto con “alquiler de cuartos, desayuno incluido”: 
“no irlandeses, no negros, no mascotas”

Fuente: The Guardian











Abrazo

©Un Cordobés en Escocia. 2016. Todos los derechos reservados

Tuesday, 28 June 2016

Repitiendo la censura de Thatcher en el Brexit.



Hoy la media Británica tiene el mismo "modelo" que usaron durante la Guerra de Malvinas: “El modelo de censura mediático de Thatcher” (Freedman,  2005, 2009; Gibran, 1998; Harris, 1983). Es decir, todo el discurso oficial es controlado por el Parlamento (o para lamento?) Británico o “Westminster”. Es tan conservador como siempre. No dicen nada de entrada, parece que le sacan conquistas históricas y todo el debate serio es a puertas cerradas. La media se alimenta de a poco, de lo que le dan los conservadores que la controlan de cerca. Se suelta la opinión pública, la dejan andar, después la cortan. El ciclo es repetitivo. En el centro del problema tenemos la “diplomacia” conservadoras. Analista políticos mundiales observan la naturaleza de esta bestia burocrática. El tema, como Chomsky lo presentara hace décadas en “la manufacturación del consentimiento” (Herman & Chomsky, 2002) es quién necesita ser consentido,  quién consiente y qué poder de control se refleja en la opinión pública.

Con la misma postura mediática desde los 80 el Reino Unido enfrenta un problema de muchos frentes. Aunque hay una gran diferencia. Malvinas era un problema bilateral y el problema doméstico era Irlanda del Norte. Hoy el Reino Unido enfrenta a nivel de diplomacia internacional un problema multilateral de más envergadura, y el contexto doméstico es más complejo en Escocia que Irlanda del Norte. De afuera el Eurozone, Gibraltar y los mercados internacionales. De adentro los brotes de Escocia e Irlanda del Norte que no consideran legítimo el Brexit. Se acoplan a esta problemática la crecida dramática de ataques racistas en contra de inmigrantes y sus generaciones (hijos, nietos, etc). El caño roto de la diplomacia británica tiene muchos agujeros, y la pregunta es: le alcanzarán los dedos para taparlos esta vez? 

Los de afuera no son de palo, pero hay que darle palos?

Una hipótesis simplista diría que Rusia celebra estos momentos, y el vodka seguro está en todas las mesas. Pero en realidad Putin estima seis meses para que Rusia y a la Unión Europea asimilen el impacto económico y político del Brexit (Forbes, 25 Junio 2016). Putin dice que él no dijo nada a favor del Brexit, que fue una “mentira” de la media. El mensaje es claro: los británicos se cansaron de seguir soportando países corruptos como Grecia, Italia, la República de Irlanda, y tantos otros. Estas hipótesis explican el triunfo del “leave” en el Brexit. Otro punto claro en el discurso mediático es que la culpa nunca es de Rusia o el Reino Unido y mucho menos de los bancos.

Sin embrago, el primer día del post Brexit tira la moneda nacional tan abajo como en los 80, aunque ayer bajo a niveles registrados durante el 78. Perdiendo el estatus de “elite” en el mercado mundial. Arriba quedan Australia y Holanda (The Telegraph, 2016). De “Gran” no queda mucho en Bretaña. Hoy se juega el resto porque la crisis constitucional pone a prueba que tan “Unido” es el Reino.

Aparte del problema financiero, Putin sigue, fue el descontrol inmigratorio tanto de Europa (central y del este) y al último desde Siria. Esto victimiza a los ciudadanos comunes que pagan los impuestos y sostienen el sistema. Sin embargo, no hubo quejas cuando el dinero de las víctimas se ha invertido sin problemas para comprar bombas. Sky News (18 febrero 2016) publica detalles de los costos en Libras Esterlinas de bombardear a Siria:
·    1 “hora” de un avión Tornado cuesta 35,000
·    Se usan dos Tornados por ataque (de 4 a 8 horas)
·    Cada avión carga cuatro bombas
·    Cada bomba cuesta 22,000
·    1 misil Brimstone cuesta 105,000
·    1 misión cuesta 1 millón (20,235,742 Pesos Argentinos).

Sin embargo, las bombas no cuentan como factor de inmigración ni para Putin ni para el Reino Unido, algo que no sorprende. Desde el ángulo de "inmigración" se manufactura un tipo distorsionado de la realidad: dicen qué pasa en el Reino Unido y dicen cómo es que llegaron a esto: “por culpa de los demás”. La deshumanización del “inmigrante” se agudiza el año pasado desde el gobierno. Cameron dijo en la media que los que se escapaban de la guerra de Siria eran “enjambres” o “manojos” (The Guardian, 30 julio 2015). Aunque Cameron bombardeaba Siria junto con Putin, Francia, EEUU y quién no. Si se entiende bien, el humo de las bombas desparramó el enjambre por Europa desde Grecia, paso a paso, hasta que afectó el Reino Unido. Dictador para Europa aunque analista político para el resto del mundo, el Coronel Gadaffi dijo bien claro: “si me sacan del poder Europa va a sufrir un crisis de inmigrantes incontenible (Sputnik, 23 abril 2015). Las bombas desde antes y después de Gadaffi no curan el hambre. Los inmigrante vienen a reclamar los que Europa les robó, un futuro decente de trabajo, comida, un techo y el derecho a la vida digna. La gente sigue Europa pero no por placer, por hambre. Lo entiendo muy bien porque yo también vine por hambre en el 2004 al Reino Unido. El hambre empuja y baja cualquier frontera.

No sorprende que esa bronca de “la culpa es de los demás” se internalice. Casos tan tristes como los mensajes de agresión a una emprendedora de negocios “Musulmana - Galesa” (Shazia Awan):
Una gran noticia ... puede empacar sus maletas que vas a casa ... hasta luego”! (The Independent , 25 junio 2016).
Las comunidades Polacas atacadas con grafitis:
“Salir de la UE (Unión Europea) – no más bichos polacos”.
Los grafitis se hacen “tarjetas” y los robos a particulares polacos aparecen en la media (Sky News, 2016). Porque en el Reino Unido el mensaje desde Cameron es: “odiar al otro está bien”, “hay que odiar y no pensar”, porque “pensar jode el sistema”. La policía Británica estima un casi 57% de aumento de denuncias de racismo o “hate crimen” (crimen de odio). La conductora de BBC fue insultada en su barrio con frases de los 80 (Mail Online, 27 junio 2016). La realidad de “más palos que comida” es clara cuando en las últimas horas los diarios británicos publican que hubo agresiones también a italianos, africanos, y cualquiera que no parezca ser Británico (blanco). El riesgo sube en las zonas marginadas porque, siguiendo el discurso de esta política derechista, la culpa de la pobreza es del inmigrante. Ese “producto manufacturado” queda clara cuando el embajador polaco pide al gobierno Británico protección para las comunidades polacas. Hoy los grafitis impresos en cartas llegan a las escuelas primarias donde sus hijos son víctimas de la estupidez y barbarie de los adultos (The Independent , 2016

De la humillación diaria en contra de Polacas/os este viaje de locura llega a otra parada transitoria: la denigración de los académicos extranjeros. Saint Andrews, Stirling, Edimburgo, Glasgow, Londres, Oxford, Cambridge, Manchester, y otras ciudades con el prestigio de tener las universidades más importantes del Reino Unido, y que votaron en contra del Brexit. Académicos que, irónicamente, capacitaron las elites Británicas que hoy los discrimina tanto. Porque la culpa tiene que ser “de otro”. 

Referencias:

Freedman, L. (2005). The Official History of the Falkland Campaign. Volume 1: The origin of he Falklands War (Vol. 1). London: Routledge.

Freedman, D. (2009). 'Smooth Operator?' The Propaganda Model and Moments of Crisis. Westminster Papers in Communication and Culture, 6, 59 - 72.

Gibran, D. (1998). The Falklands War: Britain Versus the Past in the South Atlantic. London : McFarland & Company, Inc., Publishers.
Harris, R. (1983). Gotcha! The Media, The government and Falklands Crisis. Boston : Faber & Faber.
Herman, E., & Chomsky, N. (2002). Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media. New York: Pantheon Books.



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